Nostalgia por una maleta

maletas vintage con historia

Maletas, esas grandes compañeras de viaje que nos han acompañado a tantos y tantos lugares. Aún recuerdo aquella maleta roja que llevaba a los viajes del colegio (y más allá) y que ha sido mi fiel acompañante, mi confidente y testigo de mi mala organización a la hora de empacar hasta hace bien poco.

Hace unos años la miraba y tuve la sensación de que se había llenado tanto de recuerdos que la pobrecita ya no estaba para viajar demasiado. Nos habíamos hecho mayores, ella y yo. Tantas aventuras, tantas cosas que contar de cada lugar en el que hemos estado juntas. Había conseguido que viajar con ella fuera un gustazo. Me daba confianza verla a los pies de la cama de cualquier hotel, me hacía sentir como en casa.

Pero llegó ese día en el que tenía el viaje preparado, los billetes, los acompañantes, el hotel… todo listo. Y cuando me dispongo a hacer la maleta me decanto casi impulsivamente por la flamante maleta reforzada y ultraligera que mi madre con gusto me había regalado esas navidades. Evidentemente era más práctica, más resistente y la verdad que también bastante más ligera que mi viejita maleta roja pero algo en mí me decía que no podía separarme de ella.

En fin, en un arranque de valentía me despedí de ella como quien deja a un compañero herido en el camino cual película de guerra (soy muy aficionada a este tipo de tragedias griegas por cualquier cosa, dicho sea de paso) y me fui. Porque llegaba tarde, porque por mucho que le explicara a mi maleta que no podía venir por el bien de las dos no me iba a contestar y porque no me gustan demasiado las despedidas.

Os prometo que tuve un sentimiento de rara infidelidad con mi maleta, como el que cambia de novio y a la belleza por la experiencia. Mal, me sentía mal.

En cada habitación, en cada traslado y al subir y bajar del tren, del avión o del autobús. Esa maleta no era la mía. Había pasado a ser una simple maleta, me abultaba, me entorpecía el paso, era inconscientemente claro. A efectos prácticos era mucho “mejor” maleta.

Ahora poco a poco ya me voy acostumbrando a las nuevas y las voy poco a poco llenando más que de ropa, de recuerdos. Pero nunca dejaré de querer a aquella maletita enclenque que tan bien se portó conmigo y con la que tanto me gustaba viajar.

Esa maleta que viajaba conmigo, ahora viaja en mi corazón.

Nostalgia por una maleta. ¿Sabéis de lo que hablo?

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